La psicología budista se centra en gran medida en el análisis y la comprensión de la naturaleza del Yo o el Ser, y los investigadores interesados en los procesos del yo han documentado muchos efectos positivos de la práctica meditativa basada en la psicología budista.
El principio central de la psicología budista con respecto al yo es el de “no yo”, que postula que no hay un yo inmutable, definible y perdurable en el tiempo como plantea la psicología occidental. En la psicología occidental moderna, el yo se construye como una entidad cognoscible y definible con características particulares, necesidades universales e impulsos de desarrollo algo predecibles. Para la mayoría de las personas, el yo se refiere a lo inmediatamente conectado con su cuerpo y, lo que es más importante, con su mente. Parece evidente que perceptivamente, “Yo soy la mente y la mente soy yo”. Los enfoques sociocognitivos del yo, así como la práctica clínica, enseñan a las personas que es importante gastar mucha energía en solidificar y reforzar su sentido del yo, (re)establecer vínculos seguros y promover la autoestima y autoconfianza conociendo toda esa entidad compleja que es su “yo”. Sin embargo, las enseñanzas budistas sostienen que el yo es una ilusión y que es verdaderamente la causa de gran parte de nuestro sufrimiento.
Según el budismo, sufrimos por el apego, visto como el ansia, el deseo o la avidez por poseer y controlar. Así que para cesar el sufrimiento la gente debe dejar de lado tantos apegos como sea posible, incluidos los apegos que tiene a su “identidad” y sentido de ser individual. Lo cual es muy difícil de abandonar en la actualidad, en donde nos acompaña un discurso social que pone en boga la búsqueda de tu “yo” como una serie de identificaciones y etiquetas individuales que debes defender y a las cuales perteneces. Como resultado, parece haber una paradoja fundamental en la práctica clínica actual. Es innegablemente importante desarrollar continuidad, identidad y un sentido continuo de sí mismo para todos los que sufren de alteraciones patológicas en su sentido subjetivo de identidad; sin embargo, según la psicología budista, es igualmente claro que adherirse a un sentido de continuidad personal y de identidad propia da como resultado una separación ilusoria de la experiencia de los otros, un descontento crónico pues la persona entra en las trampas de su autoimagen y autoconcepto sin saber diferenciar bien de dónde provienen las ansias de sus anhelos (¿de un ser genuino o de la configuración de su ego que busca con avaricia ser amado o poner en juego sus mecanismos de defensa?) y por esto, también trae un conflicto psíquico. Tal vez esta diferencia entre la psicología oriental y occidental no deba abordarse apoyando solo una de las dos posturas. Tal vez ninguna debe ser favorecida sobre la otra: enfatizar demasiado el enfoque de la psicología budista puede provocar un deterioro de la autoconcepción de un individuo (en especial si éste ha tenido fragilidades a la hora de constituirse e individualizarse de su entorno en niveles físicos, emocionales y de creencias), mientras que centrarse desproporcionadamente en la entidad propia, en la corriente actual del “self-made”, “self love”, etc. podría conducir a la formación y la fantasía de la autoestabilidad y el excesivo apego narcisista al concepto de uno mismo. Una teoría convincente del yo debe tener en cuenta aspectos de estos dos puntos de vista, ayudando a las personas a ser más flexibles.
Numerosos estudios han sugerido, por ejemplo, que la meditación de atención plena ofrece efectos positivos significativos en la reducción de varios síntomas físicos y mentales, mejora el funcionamiento personal, facilita la integración personal y altera la perspectiva. de autoobservación. Además, en consonancia con los objetivos tradicionales de la meditación en las culturas orientales, donde se ha practicado durante miles de años, la principal causa o mecanismo que subyace a todos estos cambios positivos del yo logrados a través de la práctica o intervención científica occidental de la atención plena, es la reconstrucción de una auto-visión y una actitud conscientes. En otras palabras, los cambios positivos como estos son el resultado de la integración y la internalización de la visión y actitud conscientes o meditativas de uno mismo que abarcan las nociones del no-yo, impermanencia, desapego y ecuanimidad, propias del budismo.
Así entonces, la psicología budista afirma que no existe un yo permanente e inmutable, y además afirma que el sufrimiento impregna la existencia humana y es causado principalmente por la codicia, el odio y el engaño de uno con respecto a lo que se siente y se ve, así como como una creencia ilusoria en la noción de que existe un yo independiente y permanente. Según el Buda, la única forma de erradicar la angustia o el sufrimiento humano es eliminar el apego (upadana) o el anhelo (trsna) de nuestra mente hacia varias cosas o conceptos a los que estamos apegados. La meditación de atención plena es uno de los elementos más importantes del “óctuple noble sendero” de Buda para acabar con el sufrimiento e infundir sabiduría. Principalmente, la atención plena en la enseñanza budista se ve como un camino fundamental a través del cual tomar conciencia de las causas y fuentes del sufrimiento y alcanzar la iluminación o despertar, lo que permite que el individuo sea menos egoísta y obtenga una visión del estado de “ausencia de yo”. De acuerdo con el budismo y la escuela Zen (Chan en China), cuando un individuo verdaderamente ha adquirido la iluminación completa o la comprensión del “no-yo”, habrá alcanzado la libertad total de la mente, experimentará la realidad sin los velos de la mente, del ego y sus apegos, sus juicios que perturban estados mentales y confunden las acciones.
Por medio de la meditación de atención plena o mindfulness se puede desarrollar un espíritu de consciencia sin prejuicios de toda la realidad. Pero además, se ha visto que se da un proceso de desidentificación o descentración con respeto a los contenidos de la mente, y un movimiento experiencial hacia un dominio más amplio de la conciencia que puede hacernos conscientes de lo que realmente somos debajo de la imagen del ego. Esta conciencia liberada reduce el apego de un individuo a los contenidos de su mente que están asociados con la persona como definiciones de ellos mismos. Tal cambio de perspectiva es llamado “re-percepción” por Shapiro et al. (2006), quienes encontraron que así es predominantemente cómo funciona la atención plena en la terapia. En última instancia, la atención plena tanto del budismo como de la psicología se considera una forma importante de comprender la naturaleza del yo y de obtener bienestar espiritual.
Por un lado, se ha sugerido que participar en prácticas o intervenciones de meditación de atención plena (especialmente durante largos períodos de tiempo) está estrechamente asociado con aumentos en las actitudes positivas hacia uno mismo, como el desapego (o la aceptación), la autocompasión (es decir, bondad hacia uno mismo, no autocrítica), la ecuanimidad (no indiferencia), y volverse más compasivo consigo mismo y por igual para los demás. También se ha visto en estudios que la meditación centrada en la compasión puede facilitar la bondad o la sensación de calidez de un individuo para aquellas personas con altos niveles de vergüenza y autocrítica, haciendo que éstas se vuelven más amables consigo mismas de forma duradera.
Además, la atención plena se asocia con una disminución de la autoidentificación con las auto-imágenes, moderando las tendencias defensivas asociadas con una menor implicación del ego. En consecuencia, promueve el autoconocimiento; es decir, el conocimiento de la naturaleza del yo (vista como una naturaleza interdependiente, impermanente y cambiante) y la relación entre el yo y el contenido de la experiencia de la realidad. Además, aumenta la capacidad de uno para comenzar a experimentar un sentido del yo como un proceso de cambio dinámico, interdependiente y transitorio, en lugar de como una entidad constante e inmutable. Es decir, va modificando paulatinamente los autoconceptos implícitos y las perspectivas sobre el yo a nivel cualitativo, según lo cual se va disminuyendo el procesamiento autorreferencial, mientras que la experiencia de la consciencia prosocial se potencia.
En lugar de identificarse con un yo estático, el aporte de la psicología budista y la práctica de la meditación mindfulness con esta tradición oriental de base, es que hace que surja en las personas una tendencia a identificarse con el fenómeno de “experimentar” el self o el yo sin mecanismos psicológicos de defensa. Se aprende a soltar estos mecanismos, la tendencia neurótica a sentir que el ego es atacado, la frustración por la pérdida del control, la avidez por la competencia, y así un sinnúmero de mecanismos psicológicos que están en la base de nuestros variados sufrimientos.
Por Emma Sánchez
Artículo de referencia:
- Xiao Qianguo, et al. The Mindful Self: A Mindfulness-Enlightened Self-view. Frontiers in Psychology. 13 Oct. 2017. https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2017.01752. DOI: 10.3389/fpsyg.2017.01752
- Shapiro L. Shauna y Carlson Linda. Mechanisms of Mindfulness.