(miniblog)
Es el nacimiento de una nueva mirada.
Un ojo se abre paso entre el capullo. Un ojo que crece en el centro como fruto y semilla. Un ojo que ve lo que yo no alcanzo. Nace una nueva mirada. Brota de la misma tierra, y de forma natural observa.
La mente en calma lo recibe, lo alimenta. El espacio vacío de mi cuerpo lo acuna en el vaivén del aire, el baile del espacio.
Me desocupo todos los días. Es ya una forma de ser. Desocupo carpetas de este archivo de registros electrónicos en el que ahora escribo. Desocupo ropas, labiales viejos, lapiceros que ya no pintan, papeles con detallados planes débiles, apps. Apps. Desocupo, me desocupo de ocupaciones, de culpas y retrasos, de ese diccionario de “deberías”, de palabras. Me desocupo de palabras, de ideas, de reacciones conocidas, de silencios atestados de ganas de hablar, de charlas hacinadas de ganas de silencio. Desocupo las ganas para habitar el contento.
Desocupo y espacio vacío me vuelvo. Y espacio vacío me vuelco
Nace el ojo-fruta. Nace el ojo limpio y virgen y observa mi vacío aún tan lleno. Y solo ojo sonríe. Y yo lo siento. Me acepta humana, me abraza, conoce mi anhelo, mi verdad y mi mentira. No evalúa porque no está aquí para eso. Me refleja el instante. Es un ojo que no recuerda pasados, es un ojo que no avista futuros.
Es un ojo-fruta. Un ojo abierto. Una mirada que ama.
Emma Sánchez
