La historia de la familia, las luchas, miedos, dolores y creencias de supervivencia de nuestros ancestros han construido las narrativas familiares con respecto a la supervivencia, lo bueno, lo malo, lo admirable, lo esperado, lo rechazado… y habitan en el interior de nuestra mente como el mapa de ruta que nos traza el camino y los peligros de un territorio inexplorado, el de la vida.
Por esto si no te preguntas sobre las creencias de tu familia y haces un esfuerzo por comprender la historia desde la que esas creencias se han establecido, será más difícil que desarrolles una postura crítica o reflexiva sobre las creencias que se deslizan en cada conversación familiar y que rotan de boca en boca como un pan caliente.
Qué es una creencia?
Una creencia es una idea o pensamiento que se asume como verdadero. Las creencias son estados de pensamiento que muestran la actitud o disposición ante una proposición, que pueden ser por ejemplo una experiencia, otra idea, un hecho. En nuestras creencias están escritas las formas cómo interpretamos la realidad. No existimos sin tener algunas creencias, algunas de ellas puede que sean formadas y consolidadas después de una análisis crítico, pero definitivamente muchísimas provienen de creencias aprendidas, internalizadas y repetidas por nosotros sin el detenimiento para considerarlas.
El filósofo Frank P. Ramsey propone una metáfora para indicar cómo podemos entender lo que son las creencias en su relación con lo real. Decía que son como un mapa grabado en nuestro sistema, como en el ADN, o en determinados aprendizajes, y que nos guían o nos orientan en el mundo para encontrar la satisfacción de nuestras necesidades. Tales mapas no dicen “lo que son las cosas”, sino que muestran formas de conducta adecuadas a la satisfacción de las propias necesidades en el campo del mundo percibido en la experiencia.
Las creencias nos sirven para elegir nuestras conductas, tomar decisiones de acuerdo a lo que consideramos probable, correcto o verdadero. Tal vez no existen personas sin creencias y todos tenemos una serie de ellas. Es más, a ellas hacemos alusión cuando hablamos de nuestra personalidad, valores, o nos presentamos ante otras personas.
No es mi interés satanizar las creencias, pero sí poner el foco en que las creencias familiares además no son meras ideas y asuntos de pensamiento, sino que están atravesados por las emociones. Sentimos nuestras creencias. Las vivimos con la piel y las vísceras. E incluso podemos pensar que ellas causan actos de gran coraje y valentía, como actos impulsivos y violentos.
Ahora, si en la familia las creencias han pasado de generación en generación como una forma de interpretar la realidad y decirnos cómo debemos actuar ante ella, pues revisar las creencias en nuestra vida adulta se convierte en un acto de libertad, autodeterminación e individuación necesario para la salud mental y el autoconocimiento de la persona adulta.
Qué hacer para identificar las creencias familiares?
Hazte preguntas sobre las creencias de tu familia. Y estas las puedes identificar al pensar cuáles son las narrativas, las historias contadas, lo que se opina o se dice (o se decía cuando eras pequeña) en casa. Puedes elegir temas diferentes: amor, dinero, belleza, éxito, fracaso, profesiones a elegir, religión a profesar, tipo de mujer u hombre que se debe ser, familia, amigos, emociones, etc.
Sobre cualquier tema que desees revisar en tu vida, a la par que te preguntas por tu voz interna y tus creencias, crea las conexiones con la voz de tu familia. ¿Esto que me digo a mi misma, quién me lo dijo? ¿Esta es la voz de quién?
Solo así, con paciencia, curiosidad y ojalá apoyada de la escritura para anotar tus descubrimientos de autoconocimiento, o acompañada de un terapeuta, podrás ir revisando tu mapa de creencias, actualizándolo de acuerdo a tu experiencia propia y el ser individual que eres, y transformando tu ruta de viaje en la vida.
Por Emma Sánchez
