Darnos permiso de hacer cosas solo porque se sienten bien. Por ninguna otra razón. Con ninguna otra utilidad. ¿Por qué a muchos les parece una perdida de tiempo?
No me gustan muchas cosas del mundo en que vivo. La que más me parece indignante es la cultura de la productividad. La carrera a contrarreloj en que se nos ha convertido la vida. El deseo incansable de escalar, la narrativa omnipresente de que debes llegar más lejos, siempre más lejos. Me incluyo en ese nosotros aunque he hecho todo lo posible para salirme de ese esquema.
¿Qué cosas he hecho para construir un estilo de vida en donde la cultura del afán por la productividad y la carrera al éxito no me alcancen?
He buscado construir una forma de trabajar en la que pueda organizar mi tiempo. Esto ha supuesto que sea independiente o acepte solo contratos freelance o por horas.
He organizado mi vida de tal manera en que cada día tenga espacio para mis hobbies: leer, escribir, dibujar o pintar, ver cine, aprender, respirar, sacar a mi perro al parque y conectar con la naturaleza. Es decir que tengo establecido que 2 horas en la mañana y 4 horas en la noche (de 6.30 a 10:30 p.m.) son para esta área de mi vida. Seis horas diarias de creatividad, relajación, diversión, inspiración, introspección, motivación y conexión con lo que me aporta valor.
Mi vida está llena de actividades que me dan placer, que mueven mi curiosidad intelectual, que me permiten inspirarme y aportan a mis ideales y a mi sentido estético de la vida. Solo así, yo como sujeto social puedo servir y ser útil a mi comunidad.
Pero esta vida que yo he organizado no se la pueden -o se la saben- dar muchas personas. Además, tampoco pienso que todos deban vivir exactamente como yo, lo que creo es que (y lo he visto siendo terapeuta) las personas pasan todas las horas de su día consciente, corriendo o extenuados. Y esto impacta tan negativamente su salud mental y física que luego al ver las consecuencias desearían haber tenido otras decisiones, haberse permitido cuestionar sus creencias, sus mandatos internos, y haber relativizado sus objetivos de vida.
La mentalidad de la productividad inició en el mundo como efecto de la sociedad industrializada, la cual empezó a agilizar los procesos industriales y a fortalecer un sistema laboral, económico y social que ha resultado sobrevivir a costa de la salud mental de las personas.
Al día de hoy cada vez son más aquellos que prefieren des escalarse de esa escalera infinita de metas y logros, para volver a priorizar el tiempo; tiempo para sus vínculos, sus viajes, su descanso, su ocio, su salud. ¿Y cómo hacer esto sin caer en la quiebra o tener que vivir en la escasez? Pues ésta es precisamente la ecuación que nos ha tocado resolver. En mi caso puedo decir que he ganado más dinero trabajando como independiente del que hubiera hecho como empleada, y lo digo con conocimiento de las escalas salariales en mi área profesional.
Pero a la vez descubrí, después de tres años como total independiente, que también me estaba saturando de trabajo de un modo abrumador. Así que el asunto de darme permisos para retornar a lo que para mi es valioso, a dedicar tiempo a temas que tal vez no tengan como objetivo o razón la productividad o la monetización, volvió a aparecer como un objetivo relevante en mi vida. Reafirmé que me niego a pasar los años que tengo de vida, de funcionamiento adecuado de mi mente y mi cuerpo, siendo una esclava para un sistema económico y social tirano e injusto.
Y me volví a des escalar. Decidí buscar vías en que pueda tener los mismos ingresos con menos horas de trabajo, y me refiero alrededor de 5 o 6 horas al día. Y esto me requirió pensarme en el nivel de ingresos que al menos a mi, que llevo un estilo de vida minimalista, de poco consumismo y sin necesidades de ostentación y apariencias pudiera satisfacer. Y adivinen qué; se puede. No es imposible enfocarte 6 horas diarias con pasión y creatividad, y ser más inteligente en la inversión de tu energía mental y física, teniendo resultados iguales o hasta mejores que los de las 10 horas en la oficina sumadas al tiempo respondiéndole los chats al jefe hasta media noche. En un estudio reciente en Inglaterra se daban cuenta que realmente la gente es “productiva” el 45% del tiempo de su jornada laboral. Así que dejémonos de cuentos y cambiemos ideas obsoletas.
Así volví a descubrir la gran satisfacción de conectar con cosas como el arte, que aunque en nuestra sociedad colombiana sea tan poco valorado porque “no es útil”, no es productivo y por tanto irrelevante, yo sé que es una dimensión esencial del ser humano y de mi personalidad. Pero no nos quedemos en el arte, que es mi elección, puede que lo tuyo sea el deporte o aprender un juego, o cocinar pasteles y galletas. Da igual.
Gabriel García Márquez decía alguna vez sobre el oficio de escribir: «Lo que más me importa en este mundo es el proceso de creación. ¿Qué clase de misterio es ése que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que, al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?».
Gabo se dio permiso de ir haciendo un trabajo y un camino en un campo del que siempre se dice que “no se vive”, que no paga las facturas. Y ya sé, no todos somos Gabo, me dirán. Pero no hay más de estos en el mundo, no porque no puedan haber más sino porque el sistema educativo y laboral está aniquilando nuestra creatividad y la expansión de nuestros talentos y pasiones. Y el tiempo para desarrollarlos con plenitud y libertad. Y la confianza para que te creas capaz de conseguirlo. Ahí está tu esclavitud y debes verla.
Darnos permiso de ser libres, requiere en el mundo de hoy la renuncia del ego, de inseguridades sembradas a punta de lavado de cerebro, y el coraje de vivir mejor, implique lo que eso implique.
Emma Sánchez